
Fueron un puñado de palabras en un océano de frases, pero bastaron, como suele suceder con su autor, Donald Trump, para hacer saltar las alarmas a ambos lados de la frontera con México. Además de un considerable revuelo, la declaración de que el presidente electo estadounidense piensa designar a los cárteles mexicanos como “organizaciones terroristas” una vez tome posesión el 20 de enero dejó también tras de sí más preguntas que respuestas. ¿Cuándo, cómo y a qué coste piensa hacerlo, si es que cumple su amenaza? ¿Qué implicaciones tendría esa designación? ¿Supondrá su inclusión en la lista del Departamento de Estado el paso previo para ataques controlados en territorio mexicano para descabezar a esos poderosos grupos dedicados al narcotráfico? ¿Y de qué manera podría el vecino del sur responder a una actuación que puede suponer cruzar una línea roja sin precedentes en las relaciones bilaterales?