
Si uniéramos con una línea de puntos sus lugares de origen, se formaría un triángulo irregular que cubriría gran parte del Atlántico norte y del subcontinente americano. La distancia que separa a los escritores Fernando Aramburu, del País Vasco (España), Lina Meruane, chilena de origen palestino, y Liliana Blum, de México, es abismal. Todos tienen, sin embargo, una relación más o menos estrecha con algún tipo de violencia, política o familiar, que ha dejado huella en su literatura, ya sea desde la ficción o desde la crónica personal. El terrorismo etarra, la ocupación israelí en Palestina o la violencia feminicida atraviesan sus obras de forma singular, con lenguajes y escenarios personales e intransferibles, pero que interpelan a quien los lee en cualquier parte. Lo que cada lector haga después con ello, concuerdan todos, queda fuera de su alcance.